Museo Contisuyo
Museológica, exhibición, investigación y difusión cultural
Tel.: 053 461844 / 463521 • museocontisuyo@museocontisuyo.com
Jr. Tacna 294 • Cercado • Moquegua • Moquegua
(Oye, lo que nos propusimos lo conseguimos. Nos unimos tal la brisa con la frescura; tal el río con el agua; sin embargo, ahora todo debe separarse. Te vas. El adiós ya está en tus ojos, en tus gestos.. Ya no hay manera de encontrarnos en nuestras coincidencias o en nuestras diferencias. Aunque mi vida es parte de ti todavía, te vas irremediablemente. Ya no existe el eslabón de cuando íbamos desaprensivos por las avenidas y corríamos gritando, riendo..., a ratos, nos acurrucamos bajo la sombra de alguna palmera y las palabras se nos iban hacia el futuro: cómo íbamos a construir nuestra casa y cómo cuidaríamos a nuestro niño. Éramos dos en uno que se iba por la campiña jugando y riendo: tú loca y yo todo ternura. Sin embargo, a veces llorabas. Tus lágrimas queman mi memoria. ¿Quién de los dos tiene la culpa? ¡Para qué hablar de culpa! Yo no creo que tú la tengas, menos creo que yo la tenga. Debe haber sido la ausencia, el trabajo, el tiempo, la misma necesidad de sentirnos libres, acaso el hastío; pero qué hermosos fueron esos años. ¿Te acuerdas de la primera vez que viajamos juntos? Me llamaste por teléfono y te dije: "Feliz viaje" y quisiste llorar y cortaste. ¡Cómo llamarte para hablarte un poco más! Volviste a llamar y me susurraste «Viajemos juntos». «Bueno», te contesté. Tenía que trabajar al día siguiente, pero qué importaba: nuestro amor era lo primero, nuestro amor desplegado sin medida en nuestros propios actos. Y viajamos, y llegamos tan de noche que no supimos a dónde ir.
¡Vaya!, ahora, sí comienza lo bravo. El suelo que estaba helado, duro, más y más se va derritiendo. No vaya a ser que encuentre un pantano y ¡zas! ¡No!, ¡no!, qué bah! Veamos, aquí parece que hay un cerco, ¡claro! ¡Aquí hay otro cerco! Debe ser el de Santa Lucía. Muy bien. Aquí veo algunas huellas de carro, entonces éste es un camino; aunque está puro barro me debe conducir a algún sitio: tal vez a la salida. Ojalá... Sigamos. Ahora, ¿para a dónde voy? Hacia allá miro unas casas; para allá iré. No debo desesperarme. Casi me hundo aquí... Cómo se revuelve el camino. Parecen olas y olas de sal y barro. En la noche, todo debe congelarse por el frío. Todo. Ahora el sol está alto y el poncho cansa, pero si no lo hubiera traído el frío de la madrugada me hubiera punzado el cuerpo; ahora pesa y molesta, pero más tarde me va a servir otra vez contra el frío... Ya estoy demasiado agotado... ¡Oh, el suelo se está volviendo firme!, qué bien! Bajo mis pasos se quiebran los vidrios de la sal.
(¿Los ve? Están serios. Aquí van llegando los delegados de Santa Lucía. Ya están los de Huito y de Salinas. Las familias que viven alrededor de la cooperativa, también están. Ha venido el presidente de la organización que había viajado a Arequipa, y parece que las noticias son negativas. Cada comunidad ya acordó enviar una delegación a Lima para pedirle al gobierno que nos entreguen las Salinas. Además la laguna pertenece a las comunidades. Estamos decididos a todo. Dicen que no podemos hacer nada, porque puede venir la policía a llevarnos presos, porque los bienes del Estado no los puede tener un particular. A ver, diga usted. ¿Y todos los robos que hacen los cogotudos? ¿No roban millones y millones del Estado? ¿Quién les dice nada? Nosotros no queremos robar; queremos que nos den lo que es nuestro, lo que es de las comunidades. Si ésta es la revolución de los pobres, ¿qué somos nosotros? ¿Ricos? ¡Somos los pobres! ¡Los pobres!, entonces la revolución es de nosotros, y ¿por qué nos abandona? ¿Por qué nos pagan miserias y hacen perder nuestros montones de sal? Esta asamblea va a ser determinante. Vamos a acordar ir a la ciudad, a Lima, a todo sitio. ¡Qué vamos a hacer! La nevada pronto ha de venir, y la sal que cuánto trabajo nos ha costado recoger se va a perder. ¡No es justo! ¡Tenemos que hacer cambiar el viento y si hay tempestad no será culpa nuestra!).
No pensé que el frío endurecía el suelo así, que lo congelaba tan duramente, y que luego el sol lo volvía cenagoso... Debo apurarme. Mi compañero debe estar preocupado que no llegue todavía. ¡Cómo pude engañarme con el tiempo y la laguna!
Anoche llegaron los delegados de Arequipa. Con ellos vinieron los de la Empresa. Al poco rato llegaron dos camiones. La reunión fue breve. Al final corrió de mano en mano una botella de aguardiente. El frío contrastaba con la esperanza que comenzó a sonreír en la mirada de los comuneros. Recuerdo las voces de las mujeres salineras. Duras y tiernas a la vez a lado de sus maridos como cuando en la laguna levantan los muros para que el agua deje la sal por la fuerza del sol. Allí estaban en amigable conversación. Las soluciones llegan cuando se buscan con esfuerzo... Ahora estoy en este camino que no acaba...
¡La orilla! Al fin llegué a la orilla. Allí veo un ojo de agua. Es agua dulce. Descansaré un ratito. ¡He llegado a la orilla! Estoy contento. Cansaba ver la laguna que no acababa; no había más que camino de sal y barro, mas ya todo quedó atrás. Ahora ¿dónde quedará Tucsa? Veamos con calma.
Allá veo una casa grande, parece un fuerte como los del oeste americano, sí, es una casa cuadrada, grande, plana, uh, cerca hay otras casas de techos que reflejan el sol, deben ser de calamina, hay manadas de llamas por allí. Mejor me dirijo hacia la izquierda, veo por allí una casa humeando, deben estar preparando el desayuno. Descansaré un momento, recobraré mis fuerzas, y seguiré la ruta. No sé, pero todo lo veo más cerca, todo más tranquilo, será porque he llegado a la orilla. Comeré un pan y una naranja. Debo regresar de inmediato, porque la situación está resuelta... Pienso, que el camino será más fácil, debido a que el terreno ha de estar duro nuevamente por el frío de la cordillera... Veremos.
(¡Hola! ¿Cómo estás? Aquí me tienes... ¿Cómo va el pequeño? ¡Qué manera de encontrarnos! Yo estaba por Salinas y supe de ti. Estaba perdido entre los papeles y los problemas de los comuneros, cuando me hablaron de ti. Y aquí me tienes en el recuerdo y en la búsqueda. No hay duda que estás en la plenitud de la vida. Estás más hermosa como una canción de alegría, si pareces el inicio de la primavera. Mira, qué ironía del destino. Cuánto más lejos me iba, cuánto más crudo era el clima, buscando, el tiempo para herir mi cuerpo y olvidarte, porque a pesar de mi apariencia tranquila, la desesperación minaba mi vida, pero te he hallado de nuevo. ¿Cómo ha sido tu vida? ¿Preocupada por los problemas?, y mira que estamos sufriendo una terrible crisis económica... ¡Cómo habrás malhadado tu suerte! ¿O has sonreído con tibieza? Sabía que iba a encontrarte, y ya vez, ¡te he hallado! Así de improviso. Pero, ahora, nos marcharemos los dos, los tres; tú con mi esperanza y yo con tus recuerdos, y haremos el porvenir de tu destino que tanto cuidaste. ¿Vamos?).